Encontrarte en ese entorno en el que te sientes débil, pequeña e insignificante y descubrir abatida que no dispones de un ápice de voz ni un mínimo de confianza para hacerte oír entre la multitud.
Instantes en los que contemplas con devoción a tu bebé es cuando piensas, llegas a una conclusión clarividente como si de esclarecer una encrucijada interior se tratase y te preguntas... ¿Cómo voy a transmitirle a mi bebé que puede conseguir todo aquello que se proponga si no lo ve, no lo siente y no lo palpa de mí, su referente? ¿Cómo va a quererse y creer en sí mismo cuando yo no lo reflejo en mi?
Y como si resolvieras una duda existencial, proyectas una visión de ti que creías haber olvidado. Una razón de ser dentro de este insólito caos que nosotras mismas nos hemos creado por sometimiento. Una solución a la situación que te atormenta y que has ido demorando...
Y es que tu opinión SÍ importa. Tus sentimientos SÍ son válidos. Y tu persona SÍ tiene cabida en este mundo.
Nadie es más que nadie. Todos llegamos al mundo de igual modo y tenemos los mismos derechos de ser, sentir y vivir. Todos nos merecemos respeto y quien no nos trate de igual a igual, quien no nos haga sentir especiales como seres únicos que somos, debemos alejarlos de nuestras vidas. Sea quien sea. Más allegados o menos. Porque el derecho a existir y creer en uno mismo es de todos y no se puede medir.
¿Quién dispone de una varita mágica para poner límites a nuestros sueños? ¿Quién es suficientemente sabio para etiquetarnos en una sola definición? ¿Quién nos llega a conocer verdaderamente? ¿Quién es tan importante en nuestras vidas como para soportar lo insoportable? Las respuestas a estas preguntas que deberíamos hacernos más a menudo solo las podemos resolver y solventar nosotros pero yo creo en lo siguiente...
Todo acto debería venir envuelto en un comienzo: Respeto.
Todo sentimiento de odio se puede transformar experimentando una sensación: Felicidad.
Toda decisión que debas llevar a cabo ha de ser tomada desde un indispensable planteamiento: Priorizar.
Todo malestar, sumisión e infra valoración debe ser solventada con un activo importante que ha de estar siempre presente: Amor propio.
A quienes le importemos de verdad. Quienes nos valoren por lo que ya somos y no por lo que podríamos ser. Quienes nos respeten siempre en nuestras decisiones como personas, como madres. Quienes crean en nosotras propongamos lo que nos propongamos y quienes nos apoyen hasta el fin... Son las personas que merecerán estar a nuestro lado a lo largo de nuestra vida. Debemos querernos, valorarnos y respetarnos primero nosotras para sentirnos merecedoras de todo lo anterior.
Seamos el mejor vivo ejemplo para nuestros hijos queriendo y cuidando también de nosotras mismas.
Sara Ribot.
Escritora, bloguera y mamá.
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Ole cariño totalmente contigo
ResponderEliminarSabía que estaríamos en sintonía... 😘
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