Para estar atentos, debemos pasar tiempo de calidad con ellos, ver sus reacciones ante las situaciones, conocer sus propios gustos y preferencias. Sobre todo, dejar de lado la vida estresante y que el reloj se pare mientras disfrutamos de la compañía mútua, nos beneficiará a toda la familia.
1ª Razón: El mundo gira alrededor del adultocentrismo. Nuestro día a día está pensado para la vida adulta y los niños no tienen lugar, todo lo que tenga que ver con ellos nos molesta. El echo de priorizar nuestros hijos ante todos los acontecimientos cotidianos nos supone un gran sacrificio. ¿Soy la única que piensa que esto no debería ser así? Esta condición impuesta por nuestra sociedad y por nosotros mismos, hace que lo que no permitiríamos como adultos, sí se lo exijamos a nuestros hijos.
Que sean inexpertos a la hora de interactuar con su entorno, no significa que debamos domarles, exigirles ni obligarles a algo tan sentimental e íntimo como un beso.
2ª Razón: El hecho de respetar las decisiones de los demás también incluye a los niños. Ellos, ávidos de experimentar, tocar, sentir e imitar todo lo que ven en nosotros y su entorno hará que lo quieran todo aquí y ahora. A nosotros nos tocará guiarles poco a poco para que conozcan la paciencia, lo que es correcto y lo que es seguro que no atente contra su seguridad, pero sin mellar su autoestima por el camino del aprendizaje. Y para ello, no debemos obligar jamás a que den un beso, un abrazo, un "te quiero" cuándo y con quién.
Chantajearles para que den un abrazo, es aceptar un sometimiento ante cualquier situación futura.
3ª Razón: El ejercicio de empatizar se trata de escuchar, ponernos en su piel y preguntar. Una vez tenida en cuenta su opinión, es cuando podemos dar nuestro punto de vista -que no tiene porque ser el mismo que nuestro/a hijo/a o cualquier otra persona- añadiendo cómo nos sentimos al respecto para transmitir nuestro estado emocional y finalizando con nuestro respeto y nuestro agradecimiento por haber compartido esa conversación, ese sentimiento. ¿Por qué voy a dar un abrazo, un beso, un "te quiero" a una persona cuándo en ese momento no me apetece o no lo siento así? Este es el ejemplo más fácil para practicar la empatía. Reflexionemos y empecemos.
Un adulto jamás consentiría que le obliguen a besar a otro. Da igual si es un familiar, un amigo, un jefe. El cariño no se compra ni se gana de esa manera.
Si se os ocurren más motivos por los que nuestros hijos no deberían someterse a tales peticiones para "demostrar" su amor hacía otras personas, no dudeis exponerla en comentarios. ;)
Sara Ribot.
Escritora, bloguera y mamá.
* Podeis adquirir un ejemplar del libro aquí.
* Proximo encuentro el 7 y 8 de mayo en el Festival de Parto y Crianza Respetuosa en Bassegoda Park con Eco-mamá.