Pocas cosas pueden llegar a ser más destructivas que comparar a un peque con otro para ridiculizarlo, dándole a entender sus escasas facultades, sus fallos o su poca iniciativa. Hay un error muy grave en el que caen muchos padres: Hablar en voz alta delante de ellos como si no estuvieran presentes y no les oyeran.
El otro día en el parque me encontré a una abuela cuidando de sus nietas. Sé que no es fácil seguir el ritmo y la energía que desprenden los peques, y menos aún para alguien que acarrea muchos años a su espalda, pero esta señora no tenía excusa para humillarles constantemente como hizo, y por eso necesito compartir esta anécdota.
Sabemos que las malas costumbres que tenemos arraigadas son difíciles de desprender, por eso no estoy juzgando que en algún momento dado se nos escape algún comentario inapropiado. Estoy hablando de ningunear repetidamente a tus allegados siendo conscientes de ello. Sin remordimientos. Sin capacidad de auto control. Sin empatía alguna.
Lo que pasó fue, que la abuela quiso limpiarle la nariz a su nieta más pequeña - tendría 18 meses - y la nena lloraba y se resistía. Una respuesta totalmente comprensible y más al no haber comunicación, sólo imposición. En ese momento, yo intentaba disimular con todas mis fuerzas, el descontento que sentía al ponerme en el lugar de aquella nena. Pero cuando la etiquetó de "niña mala" comparándola con mi hija de 22 meses, a la que no conoce de nada, diciéndole "mira que buena es esa nena", yo ya no pude callarme y le solté: "Los niños no son ni buenos ni malos". Y ella, me miró seria e impasible antes de añadir con total convicción: "Si que es mala, sí" en tono despectivo.
Por supuesto, no le volví a dirigir la palabra. Cuando me topo con una mente tan cerrada y envenenada por la sociedad y el posible trato recibido en su niñez, evito conflictos innecesarios delante de mi hija. Pero el sentimiento de impotencia que siento en estas situaciones, en este caso, al ver aquella nena llorando sin consuelo y recriminada repetidamente, me mata por dentro. Aunque no sea mi hija me atormenta, y por eso me dedico a escribir sobre esto profesional y personalmente. Es mi modo de cambiar las cosas para las futuras generaciones, para esxs niñxs infedensxs.
Situaciones como estas son dolorosas para lxs niñxs. Con ello, sólo generan en ellxs un sentimiento negativo que propiciará un odio hacia sus cuidadores y un sentimiento de inferioridad. Desde temprana edad, ya están mermando su autoestima, y eso es muy triste.
Los niños no son ni buenos ni malos. Debemos quererles y aceptarles tal y como son. Un guía es lo que necesitan, no una reprimenda, porque en vez de aprender les estaremos bloqueando y mermando causándoles sus primeros traumas.
Una crianza cariñosa, sensible, consciente, respetuosa y empática, será la mejor previsión de resultados positivos en los niños del mañana.
Sara Ribot.
Mujer / Mamá emprendedora.
Escritora, bloguera y comunicadora.
Autora del libro "Otro Mundo Es Posible mediante la crianza con apego".
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