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lunes, 9 de mayo de 2016

5 razones para no castigar.

El castigo es una práctica que sigue estando presente en muchas familias cuando repetidamente se ha demostrado que no aportan ningún beneficio, siendo un método dañino a la hora de solucionar los conflictos. Una vez más veo necesario marcar las razones por las que no se debe bajo ningún concepto castigar a nuestros hijos.


Resolución de conflictos: Cuando castigamos -sea verbal o físicamente- les estamos transmitiendo que la mejor manera de solventar los conflictos es con violencia, y ya sabemos que la violencia engendra violencia, por lo que evitemos caer en este condicionamiento social y trabajemos la comunicación y la empatía con nuestros hijos. Revisemos las herramientas que tenemos a nuestro alcance y de las que aún no nos hemos percatado para ser más conscientes de las situaciones.

Nuestro ejemplo: Nosotros somos sus mentores por lo que ellos querrán imitarnos constantemente mientras aprenden todo de nosotros y su entorno. Lo que les enseñemos ahora y cómo se lo enseñemos será decisivo para su futuro. Hagámonos una pregunta: ¿Qué queremos? ¿Criar niños obedientes y serviciales sin capacidad de decisión o criar niños felices y libres de pensamiento?

No es educativo: Está más que demostrado que los castigos de "rincón - silla de pensar" o "quitarles algún privilegio", no les enseñará nada. La comunicación es primordial en estos casos para saber por qué han hecho lo que han hecho, qué carencia hemos de solventar, qué llamada de atención no hemos atendido y lo que puede estar sintiendo en ese momento. Saber llegar a nuestros hijos, conocerlos en profundidad y acompañarlos en su aprendizaje con nuestras agradables y cálidas intervenciones son nuestra responsabilidad para que ellos reciban ese soplo de aire fresco que necesitan y por consiguiente, nuestro núcleo familiar afectivo sea sostenible y fuerte.


Merman su autoestima: Si fuéramos más empáticos, debería ser evidente el cómo percibirán ellos nuestras palabras, nuestras amenazas y nuestras acciones... Por supuesto, con un gran sentimiento de incomprensión acompañado de una fuerte tristeza, momento en el cual, anhelarán toda clase de cariño y trato afectivo por nuestra parte.

Quiéreme cuando menos me lo merezca porque será cuando más lo necesite.

Bullying: Luchamos día a día por acabar con el acoso escolar y para erradicar tal maltrato debemos empezar por dejar de maltratar nosotros a nuestros hijos. Si nosotros nos burlamos de ellos, les comparamos, les etiquetamos, les exigimos siempre más porque nunca nos es suficiente y les pegamos -sí, cachetadas incluidas- ellos acabarán realizando las mismas acciones con sus amigos, con sus compañeros de clase y en un futuro, también con sus propios hijos si no consiguen sanarse.


¿No es sino más sano recibir atención, comprensión y consuelo cuando estamos mal o enfadados? ¿Por qué debería ser diferente para nuestros hijos? No son ciudadanos de segunda clase, pues tienen los mismos derechos que nosotros. Derechos que exigimos día a día pero de los cuales nos olvidamos cuando se trata de ellos. ¿No os parece injusto rallando lo absurdo? Pongámonos más en su piel y reaccionemos como nos gustaría que reaccionaran con nosotros.

Sara Ribot.
Escritora, bloguera y mamá.

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