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lunes, 22 de febrero de 2016

Si fuéramos más empáticos...

Respecto a la noticia que salió a relucir hace unos días sobre el asunto de los profesores pederastas en unas escuelas de curas llamada Maristas, quiero transmitir lo mucho que me entristece el suceso por las víctimas afectadas. Tienen todo mi apoyo incondicional.


Cursé primaria y secundaria en esa escuela y esos profesores fueron los que me impartieron clase de Educación física e Informática.

En estos casos siempre me pregunto qué clase de educación e infancia tuvieron y experimentaron para acabar de este modo. O qué tipo de enfermedades mentales no pueden ser detectadas en años de perturbación.

Aún así, jamás defenderé sus posturas. Uno siendo un cobarde por no tratarse esa necesidad y desviación y el otro por ser un depredador sexual premeditado a mi modo de ver. Algo que me aterra solo pensarlo.

El claustro de esa escuela también son cómplices de todas esas atrocidades a mi parecer puesto que sabiéndolo e intuyéndolo no hicieron nada al respecto. A uno lo despidieron al enterarse sin más interacción -como una buena denuncia- y el otro pudo llegar a jubilarse sin un rasguño en su hoja de servicios.

Son estas acciones las que nos llevan a deshumanizarnos, desnaturalizarnos y desconectarnos de nuestra empatía.


¿Cómo la reputación -lo que piensen los demás- y el tema económico -una vez más- puede ser más importante que el valor y el respeto de la vida humana? Al fin y al cabo somos seres idénticos provinientes de la misma línia de antepasados. Cada uno con sus características y sus opiniones pero todos somos humanos, mamíferos. Todos vivimos bajo el mismo planeta, bajo el mismo techo.

Ayudemonos en vez de destruirnos por el camino del... ¿éxito? Seamos más empáticos. Partícipes de la evolución y no de la destrucción. El sentido de la vida es más de lo que seguramente estamos preparados para saber y sentir. Somos hormigas en el Universo. Es un honor estar aquí. No hagamos de algo tan maravilloso una pesadilla.

Siempre estamos a tiempo de potenciar nuestros valores positivos y bondadosos, no los negativos y egoístas. Si todos pusieramos de nuestra parte, estos sucesos se delatarían a la mínima sospecha y no se escurriría el bulto por el que dirán ni por fines materiales. Sino que se antepondría la complicidad y la comprensión del respeto a la vida y a lo correcto.

A los del claustro... ¿Dónde está vuestra conciencia?


Repito. Las víctimas de esos años de soledad, intimidación y violación inimaginable, tienen todo mi apoyo incondicional. Solo espero que llegue el día en el que se dejen de sufrir este tipo de abusos enfermizos.

La educación y los años de infancia es determinante. Todo depende de nosotros -los padres, cuidadores y mentores- para enseñar los valores realmente importantes como el disfrute de las pequeñas cosas y de las maravillas que nos rodean y no han sido inventadas por nosotros, como toda la belleza y la sabiduría que entraña la naturaleza.

Sara Ribot.

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