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miércoles, 12 de abril de 2017

Dejemos de intentar ser madres perfectas, eso solo nos frustrará más


Dejemos de intentar ser madres perfectas, eso solo conseguirá que nos frustremos más. Desprendernos de esas expectativas que tienen puestas en nosotras desde que nacemos será un arduo trabajo de sanación, pero entre todas, podemos conseguirlo. Exacto. El primer trabajo será concienciarnos de que no existe la madre, el padre ni el humano perfecto. Es mejor darse cuenta y aceptarlo cuanto antes.

En cuanto nacimos, nuestro entorno ya nos metió presión para comenzar a gatear, andar, comer, dormir del tirón y miles de logros más sin tener en cuenta nuestro propio ritmo de aprendizaje y evolución natural. ¿Qué ocurre entonces? Que a medida que vamos creciendo, la mencionada presión no mengua sino que cambia. Se transforma para adquirir otras caras que aún no habíamos visto, como el resquicio del machismo que sigue presente en la sociedad aunque intenten centrarnos solo en los aspectos que han mejorado, disfrazando, sin éxito, una desigualdad que sigue viva.

Nos cueste o no admitirlo, somos nosotras, las mujeres, las que debemos luchar para que se nos oiga. Cierto que cada vez hay más hombres que nos apoyan en esta batalla diaria, pero si luego hay mujeres que se cavan su propia tumba cediendo consciente o inconscientemente ante las peticiones que nos inculcaron desde que nacimos, o mujeres que, cegadas por el constante condicionamiento que han recibido durante toda su vida, incluso defienden esta sociedad patriarcal... Estos sucesos solo consiguen que el cambio sea más lento y no tan notorio, aún a sabiendas de toda la información que tenemos al alcance de nuestras manos con tan solo un click.


La solución está en nosotros mismas. En creer en nuestras capacidades sabiendo que siempre estamos a tiempo de aprender de nuestros propios peques, quienes nos enseñan valiosas lecciones si estamos atentos y receptivas. En saber y detectar cuál es nuestro límite para pedir ayuda si fuera necesario, porque es cierto, no tenemos por qué obligarnos a poder con todo. Si nos doblegamos ante esta presunción, solo conseguirá que nos frustremos más en vez de vivir plenamente nuestra maternidad. Y, también, en ser conscientes de que no siempre estaremos a la altura de las nombradas expectativas -incluidas las que nosotras mismas nos imponemos inconscientemente- porque nos equivocaremos, y cuando eso ocurra, aprender de nuestros errores para mejorarlos la próxima vez, será nuestro cometido.

Rodearnos de nuestra propia tribu, ya sea virtual o presencial, para apoyarnos cuando lo necesitemos, será clave en todas las etapas de este nuevo camino, en el que nuestra familia crece y nuestras responsabilidades con ella. Es duro, difícil y a veces abrumador, pero con mensajes de complicidad, entre nosotras podemos abordar los posibles y futuros conflictos con nuestros hijos de la manera más respetuosa para toda la familia. De ese modo, los hijos que hoy son escuchados, aprenderán una valiosa reflexión desde el respeto y el verdadero ejemplo de decir NO a la sumisión, y es que...

Siempre existen otras maneras de abordar las futuras situaciones de conflicto desde un punto de vista igualitario.

Escritora de crianza y novelista.
Asesora de lactancia / Blw / Educación viva.

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