¿Hasta qué punto estamos arraigados en una corriente cada vez más desnaturalizada de nuestra sociedad? ¿Cuántas personas podrían ayudar de algún modo o empatizar con lo sucedido transmitiendo esos valores a su círculo de amistades y familiares? Y es que todos estos actos influyen en nuestros hijos, sobrinos, nietos... Ya es duro para nuestros peques enterarse de que ocurren estos actos violentos e incongruentes, si encima sumamos a ello nuestro desinterés y falta de complicidad por las víctimas, entonces sí que les estamos transmitiendo esa superficialidad a la hora de preocuparse por los desastres que cometen las propias personas entre ellas o si ese día no podrán ver un programa que encima es denigrante.
La frialdad de esas personas me deja perpleja y triste. ¿Cómo pueden estar tan cegados por su codicia? Cada día ocurren desgracias y entiendo que lleguemos a un punto que preferimos no saber por no seguir sufriendo. La ignorancia hace la felicidad, dicen. Pero hablamos sobre enterarte de lo sucedido y dar a conocer tu descontento públicamente sobre la cancelación de la emisión de ese superficial y denigrante programa para informar a la población de un ataque terrorista con muchas víctimas inocentes.
No, yo tampoco querría verlo y ser partícipe de esa ausencia total de empatía que nos encamina al abismo del vacío existencial. Sean cuales sean nuestras creencias, deberíamos fomentar el sentir, explicar y vivir el amor. Así como enseñarles a nuestros hijos y al resto de personas de nuestro alrededor la importancia del contacto con la naturaleza para conocer el mundo que nos rodea y respetarlo como se merece. Nadie tiene derecho a arrebatar una vida porque la vida es un privilegio y un regalo muy valioso que todos tenemos. Son valores que se están perdiendo por el camino.
Dar el valor merecido a las cosas es primordial para una buena crianza y posterior madurez.
La sociedad cada vez soporta menos a los niños y nos utilizan para convertirlos en robots obedientes. De este modo les arrebatamos su infancia cuando todos hemos sido bebés y niños... Pues no siempre fuimos adultos frívolos.
Quisiera finalizar dando todo mi apoyo a Bruselas y deseando que llegue el día que no tengamos que presenciar estos atentados.
Sara Ribot.
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