Son métodos emocionalmente dañinos que generan inseguridad, baja autoestima y sentimientos de rechazo, por eso no son nada recomendables dentro de la crianza con apego y natural. Aun así, la tendencia al grito está muy instalada por nuestros modelos culturales y familiares de referencia que reforzaron estas prácticas por falta de información y por haber recibido el mismo trato de pequeños.
Vivimos en una sociedad donde se prioriza la vida exhausta y estresante, por lo que estamos faltos de tiempo libre para esa conciliación familiar con la que conseguiríamos una calidad de cuidados que favorecen el crecimiento neuronal y emocional de nuestros hijos.
Pero no se necesita demasiado tiempo para utilizar las herramientas adecuadas con las que sí se pueden poner límites de manera afectuosa y empática. Con ello lograremos que nuestros peques comprendan por qué deben respetar dichos límites desde la aceptación y la confianza en vez de desde el miedo y la resignación.
Aquí os facilito unos ejemplos para que pongamos en práctica:
- Hay que establecer los límites únicamente imprescindibles y necesarios. Obviaremos los demás ya que cuantos menos límites haya, más fácil será para ellos respetarlos.
- La manera de comunicarnos con ellos es primordial. Las palabras y el tono de voz debe ser amable y paciente.
- Avisarles con tiempo, sin prisas, antes de realizar alguna tarea distinta a la que esté realizando en ese momento para que se vayan haciendo a la idea.
- Tratar de llegar a un acuerdo con los hijos tiempo antes de establecer un límite también puede ser muy útil.
Todas estas practicas sobra decir que siempre han de ser desde el más absoluto respeto, siendo nosotros más cómplices a la hora de pedirles las cosas.
El ejemplo de nuestros actos será lo primero en lo que ellos se fijarán porque son nuestro espejo.
Escritora, bloguera y mamá por encima de todo.
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