Castigar no deja de ser un abuso de poder que inhabilita la capacidad de nuestros hijos para cometer errores y aprender de ellos.
De este modo sólo conseguiríamos envenenar nuestro núcleo familiar afectivo haciendolo insostenible. En vez de conseguir que aprendan, en realidad sentirán ira y odio hacia nosotros al no sentirse merecedores de una explicación válida y de un reconocimiento real de la situación. No se sentirán comprendidos... Hechos que seguirán afectándoles en un futuro cuando sean adultos.
No se trata de hacer caso omiso a las malas decisiones de nuestros hijos, sino que lo afrontemos como una necesidad de averiguar qué necesitan o hace falta mejorar en nuestra relación con ellos. Nosotros como adultos podemos no ver una situación grave que para ellos es primordial y lo sienten así. Por eso debemos empatizar más, ponernos en su lugar y entender que lo que para nosotros no puede ser una prioridad, para ellos sí.
Respecto a los premios, está demostrado con estudios científicos de que son contraproducentes. ¿Por qué? Por que no realizarán la demanda que les pedimos porque lo deseen sino por imposición y por el premio que recibirán. Hay otras soluciones para que realicen las tareas: Plantearlo como un juego en familia, sustituyendo el premio por alabanzas y empatizando con su sentimiento de desagrado para que se sientan comprendidos. Conseguiremos así que se sientan realizados al saber que pueden conseguir las cosas por sí mismos sin esperar nada a cambio y por consiguiente, les estaríamos transmitiendo que confiamos en ellos. ¿Qué mejor manera para que tengan una sana autoestima?
Debemos interiorizar más en la relación que queremos y deseamos tener con nuestros hijos... ¿Una relación basada en la complicidad o en la autoridad? No sintamos miedo por si al actuar de este modo nos "manipulan" puesto que ellos no vienen al mundo con tales intenciones. No tienen pizca de maldad, a no ser que lo vea en nosotros y se lo transmitamos así. Son nuestro espejo, por eso es tan importante recapacitar antes de soltar una amenaza, un grito, una cachetada...
Podemos ser los mentores o los verdugos de sus destinos. Seamos consecuentes y practiquemos la empatía.
Reflexionemos también sobre la educación tradicional versus la educación libre, puesto que España es el país de Europa que peor educación ejerce y en la cual se sigue usando el castigo como aprendizaje. Es hora de mejorar, de querer un cambio significativo y de ser consciente de lo que realmente necesitan nuestros hijos. Los beneficios de la pedagogía blanca son reales por lo que insto a que nos actualicemos, nos informemos y seamos parte de ese cambio tan necesario formando parte de una crianza respetuosa y natural.
Sara Ribot.
Escritora, bloguera y mamá.
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