Criar no es fácil pero a menudo en nuestra sociedad actual y con nuestro estrés diario por intentar compaginarlo todo, se escoge la solución más rápida al problema y, por consiguiente, los padres y cuidadores deciden la vía fácil y menos complicada respecto a la crianza y se dedican a domesticar a los niños. A mi modo de ver, es una solución egoísta porque con esta elección solo se busca tener menos responsabilidades y más tiempo libre. Primero ellos, después sus hijos.
Priorizar lo verdaderamente importante será primordial a la hora de crear una familia.
Desafortunadamente la sociedad sigue defendiendo algunos valores de crianza faltos de paciencia y comprensión con los que resuelven conflictos ignorando los sentimientos y las peticiones que pudieran experimentar los hijos, lo que crea una inestabilidad emocional que perdurará años.
Algunas prácticas de crianza impartidas en casa e incluso en las escuelas, sugieren imponer una serie de normas de convivencia que repercutirán en castigos o premios en función de si los resultados son o no satisfactorios. ¿Esto puede funcionar? Por supuesto que sí pero... ¿A qué precio?
Si nos basamos en transmitir una educación desde un punto autoritario, desperdiciamos una gran oportunidad para mostrarles a nuestros hijos la verdadera importancia de la empatía, la conciencia y la salud mental en las familias.
Me cuesta creer que a estas alturas no seamos capaces de discernir cuál es la mejor manera de que nuestros hijos respondan a nuestras peticiones. La solución es hablarles como a un igual. Con respeto, amor y dándoles explicaciones válidas y coherentes a la hora de dar nombre a lo que sienten en ese momento.
No deben aprender desde el miedo sino desde la comprensión.
Deberíamos aprender más de nuestros hijos porque cuando son bebés y vemos que van creciendo y desarrollándose como personas podemos comprobar que son seres puros, sociables y felices. La maldad no forma parte de ellos.
A los padres que no se han planteado otra manera de criar que la que nos dicta la sociedad, les instaría a que den un giro a sus vidas y cambien tales abusos de poder innecesarios para una buena comunicación, por una crianza amable y pacífica que toda la humanidad debería practicar.
Porque otro mundo es posible a raíz de los valores que les inculquemos a nuestros hijos, siendo los adultos del mañana que tendrán el poder de cambiar nuestro mundo.
Sara Ribot.
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